viernes, 30 de octubre de 2009

2 Algunos poemas casi tristes 4

Un amor

para marisol

el cuenco de mis manos apretadas
es el lugar que ocupa mi tristeza

mis dos manos adultas que se pierden
en la niñez aromas ruidos noches
recuerdan las canciones que mi padre
cantaba sin saber que en esa voz
iba trazando mi memoria

pensar en estas manos agrupadas
grandes como el tamaño de mi cuerpo
nacidas junto a mí alto ancho y fuerte
y tan anchas también y tan adultas
me hacen dudar pensar si fui si existe
una agonía deseada
si sólo vine para recordarte
en un amor

tal vez de caminar junto a mi cuerpo
de coger cosas
se hicieron fuertes
tal vez de romper horas y bolígrafos
se hicieron disimuladamente fuertes
y amaron
lo que pudieron
lo que sabían
las horas los bolígrafos
la fruta los regalos infantiles
los libros y la música encerrada
los timbres y las puertas
la ternura

amaron
de una mujer
su abrazo

con su cadáver con su máscara
con su desnudo débil y su llanto
final
con su alegría

estas manos vivieron
en una ciudad vieja
en una casa pobre
en una habitación
una cama un armario una mesilla
y un poco sólo un poco
de cielo prometido

de aquel cielo imperfecto que pasaba
tras la persiana sucia por el patio

mis manos son ahora
su espalda el pelo suelto a golpe
de luz para volver durmiendo junto a ella
en un borde del suelo
a salvo de pisadas
a salvo del rencor
junto al lugar de su tristeza


Urceloy / 2009

miércoles, 28 de octubre de 2009

0 Teatro hiperbreve 19. Todos somos

Bueno, ya he llegado a la obrita penúltima. En este caso es un poco, muy poco, más larga que el resto. También es la menos, en principio, difícil de todas, y entronca directamente con un teatro más tradicional, no exento de ternura, lirismo, algo de ñoñez y su poco de mala leche. Todo a posta, of course.

19. Todos somos
Para Marisol Huerta y Julia García

La voz / Enrique Arribas / Lou de Brescia

La voz : Durante esta pequeña obra leeré las predisposiciones escénicas. La vida es bella, el globo funciona. El tren de Ampor reanuda su viaje tras la reparación de una pequeña avería. En un departamento duerme Enrique Arribas, que vuelve este verano a su pueblo, a sus gentes. El mecánico Lou de Brescia, agotado, con el mono sucio, entra con discreción en el departamento y sentado al lado de Enrique desenvuelve un bocadillo y descorcha una cerveza. Enrique se despierta y observa al mecánico que, con ambos pies apoyados en el asiento delantero, sólo está pendiente de su almuerzo.

Enrique Arribas: Disculpe... Yo a usted le conozco.
Lou de Brescia: Sorpréndame.

La voz : Oh, divino Enrique: ¿Qué te conmueve?¿Dónde su gracia?

Enrique Arribas: Usted es... Lou... ¡Lou de Brescia!
Lou de Brescia: No se lo voy a negar.

La voz : Sí, Enrique, no te engañas, es él. Que por fin sonríe, que parece renacer de las sombras, que en tus palabras va encontrando razones para seguir viviendo.

Enrique Arribas: ¡Lou de Brescia! Vaya casualidad. ¡Lou... ¡
Lou de Brescia: De Brescia, sí...

La voz : Ah, observa cómo respira, cómo en su pecho la sombra empequeñece, cómo rompe las ligaduras que han aturdido sus párpados, cómo alienta cuando te sonríe.

Enrique Arribas: ¡El poeta! No se lo van a creer. ¡El gran poeta! Dirán que miento.
Lou de Brescia: ¿Quiénes?
Enrique Arribas: Mis padres, mis hermanas, mi abuelo octogenario.
Lou de Brescia: Ya será menos.
Enrique Arribas: Mis amigos, los guardias, el cura, la alcaldesa, la Sociedad de Amigos del Deporte, las agricultoras, los ganaderos, el pueblo en suma.
Lou de Brescia: Me deja usted de una pieza. Me ha sorprendido de verdad...

La voz : Y Lou de Brescia, el gran Lou de Brescia detiene su comida, saca de su bolsa un libro y te pide el nombre y te dice mientras va escribiendo “Este libro, amigo Enrique, te lo dedico a ti, con tu voz, con tu gente. En el tren de Ampor, a tantos de tantos, del año...” Y firmará, y te lo hará entrega. La felicidad colma vuestros ojos, no sabéis qué decir, os miráis y sois uno. Y cerramos los ojos, apoyamos la cabeza en el asiento, el tren silba y no caen bombas. Lentamente, cae el telón, y mi voz, al fin, descansa.

miércoles, 21 de octubre de 2009

2 Teatro hiperbreve 18. Un caso real

De todas las obritas esta es la única que recrea un caso real. Narra una historia que mi tío Trifón contaba de su hermano Bartolomé, que la conoció por boca de su protagonista, hacia finales del 36, cuando fue redactor del Diario de Ávila y en España pasaba lo que pasaba. El tío Bartolomé tenía carnet de la CNT y cuando le tocó ser interrogado sustituyeron las hostias por aceite de ricino, que deja menos marcas. Del resto de la historia sé muy poco y no me apetece nada recordar.



18. Un caso real
A quienes corresponda

La secretaria / El torturador / El detenido

Bajo una lámpara de foco que cuelga del techo un hombre fornido, con la camisa arremangada golpea a otro, que está sentado y atado en una silla. El que golpea lo hace con parsimonia y sabiduría, procurando que los golpes hagan daño al detenido, pero no al extremo de que se desmaye. El preso está hecho un puro guiñapo y manchas rojas salpican su camisa. Se deben escuchar bien los golpes y los gemidos.Pasan unos minutos. Escuchamos una puerta abrirse y aparece una secretaria, vestida de funcionaria, con un cartapacio.

La secretaria: ¿Ricardo Esteban?

No espera a que el torturador responda. Saca del cartapacio un sobre y se lo entrega. Señalando un punto de la carpeta dice:

La secretaria: Firme aquí.

El torturador busca entre sus ropas un bolígrafo, que no encuentra. La secretaria con un gesto le indica que ella tampoco tiene. Ambos están nerviosos. El detenido, que ha contemplado la escena, carraspea y dice:

El detenido: Yo tengo un bolígrafo. Aquí, en la camisa.
El torturador: (Tomándolo, con alivio y sincero agradecimiento.) Muchas gracias.

Firma el documento. La secretaria se va, la puerta se cierra. El torturador rasga el sobre, extrae un papel y lo lee. Esboza una gran sonrisa. Incluso ríe con sinceridad. Tras volver a colocar el bolígrafo en la camisa del detenido, se dirige a éste.

El torturador: Un poquito más y terminamos.

Sigue la paliza un par de minutos. Luego se hace oscuro.

martes, 20 de octubre de 2009

0 Algunos poemas casi tristes 3

San Anselmo de Canterbury es reprendido por sus superiores por recitar salmos en voz baja. Madrigal.

Dentro de este poema
viento de sed, salitre y no gemido
un verso a media vida se ha escondido.

Si en su cadencia loca
tu ritmo ha de brillar claro y sonoro
no dejes que ese coro
de necios te silencien por la boca.

Como el viento en la roca
dentro de este poema
la voz susurra y a su tiempo quema.

urceloy / octubre de 2009

miércoles, 14 de octubre de 2009

1 Teatro hiperbreve 17. El lobo escenario

Desde hace cinco años sucede siempre lo mismo, practicamente sin variaciones. Me voy a Asturias el puente del Pilar y al volver, justo el último día agarro un trancazo descomunal que me deja baldado unos días. Esta vez, afortunadamente no ha sido una bronquitis, sino un catarrazo estupendo que yo sé muy bien quién me lo ha pasado, ya que se tarda un par de días en gestarlo, y la persona en cuestión, que la verdad es muy maja y la quiero mucho, no por ello cuando tose lo hace a bocajarro, sin miramientos, sin poner barreras -quiza un pañuelo, la mano, girar el rostro.

A consecuencia ayer no pude dar clase, y menos mal que el bueno de Antonio Rómar, que es un santo varón, me auxilió con la elegancia y presteza que le son habituales y en las que me enorgullezco ser su amigo. Gracias.

Ahora, aprovechando que van a dar las ocho y me toca otro sobrecito de Algidol recuerdo que casi me olvido de poner la obrilla de los miércoles. Así pues allá va. Besos metafóricos a todos.


17. El lobo escenario
Para Antonio Rómar y Jesús Cuesta

La persona

Se hace la luz y muestra un escenario vacío. Se escuchan voces de una persona que juega con un perro, aunque en ningún momento el perro saldrá a escena. Juega la persona a lanzarle cosas al animal, que jadea, contento. La persona también jadea. Dice frases como “Toma, bonito”, “Venga”, “Muy bien, muy bien”, “Vamos” y toda suerte de expresiones parecidas. En un momento determinado un filete de grandes dimensiones vuela y cae al escenario. La persona sale a escena, pide disculpas al público, echándole la culpa al perro, recoge el filete de manera que se vean claramente sus dimensiones extraordinarias, y vuelve a marcharse. Se repiten la misma suerte de jadeos y voces hasta que, volando, aterriza en escena estrepitosamente un hueso gigantesco. La persona vuelve a salir, pide disculpas, recoge el hueso y vuelve a marcharse. Siguen los juegos a los que ya nos tienen acostumbrados. Aparece en escena, rebotando con parsimonia, una pelota hinchable muy grande, tan enorme que, la persona cuando vuelva a escena e intente cogerla, no pueda. Al final resolverá quitarle el tapón y deshincharla. Al salir de escena se vuelven a escuchar los jadeos, pero sólo de la persona, que insiste a que el animal le obedezca. De repente sonará un rugido terrible, estremecedor, lovecraftiano seguido de un silencio intensísimo. Oscuridad.

miércoles, 7 de octubre de 2009

2 Teatro hiperbreve 16. Los que sufren

Para alegría de muchos y reclamo de irredentos comunico al personal adyacente que hoy he terminado de escribir las 20 obrilllas que me había propuesto. Así a las 14 originales he añadido 6 nuevas, y de aquellas 14 he corregido, añadido, o reescrito la mayoría. Una vez que cuelgue la nº 20 y última con toda probabilidad me presentaré a algún premio de teatro, y si no pasa nada, pediré colaboración voluntaria para leerlas en algún sitio en acto ceremonial, tras el cual, y después de borrarlas de internet y de mi ordenador, quemaré todos los originales y todas las copias en pira comunal con ron añejo. A no ser que a alguien se le ocurra algo mejor. Ahora toca la 16.


16. Los que sufren
A los que alientan.

A / B

Dos hombres sentados cara a cara ante una mesa. Se miran, se valoran, se calibran. Uno de ellos se pone en pie, se quita la chaqueta, la corbata, la camisa y a pecho descubierto increpa a su oponente.

A: ¡Yo también he amado!

A continuación se sube a la silla, de ahí a la mesa, y en posición firmes, mirando al público, espera con gesto pétreo. El otro ha observado todos los movimientos con timidez. Contempla a su contrario, se alza, se quita zapatos, calcetines y pantalones, e imitando al otro sube hasta su altura. Al principio sin convicción pero finalmente con ansiedad abraza al otro y apoyando su cabeza en su hombro, llora.

A: ¿Qué haces ahora?.
B: Llorar, ¿No lo ves?

El primero acaricia los cabellos del segundo, con dulzura levanta su cabeza y delicadamente deposita un beso en sus labios. A continuación baja de la mesa, se viste con rapidez y sale de escena atravesando el patio de butacas. El otro, después, bajará, sentándose, buscando en sus pantalones caídos un cigarrillo que encenderá y fumará echándose hacia atrás.

Tras varias inhalaciones repentinamente comienza a toser. Intenta calmarse pero no puede, se golpea el pecho, tose, tose, tose, tose con insistencia, como si fuera a morirse de un momento a otro. Grita, con un inmenso dolor, se marea.

En lo más violento de la escena se hace la OSCURIDAD.

lunes, 5 de octubre de 2009

3 Algunos poemas casi tristes 2

(El primer poema casi triste se publicó en mi otra página

http://nadienostocaloshuevos.blogspot.com/

pero a partir de ahora lo haré aquí)



Sobre un tema de Shakespeare

Después de haber cruzado el Neolítico
a nado un par de veces, el Walhala
subido a pulso, y aguantar sonriendo
veinte cargas de Tropas del Imperio
Galáctico. Después de en Normandía
esquivado dos balas, cada una
con el nombre del otro. Tras haber
resistido un invierno entre los polos
sin provisiones, sin amor. Bregar
olas de ochenta pies en Krakatoa
y habernos muerto, haber resucitado
en el último instante, cuando Custer
llegaba con el séptimo por fin.

Después de tantas cosas te llamé
para pedirte no sé qué: consuelo,
un aval, tu palabra: Mira, hermano,
se me lleva la usura la pensión,
ella no quiere verme, se me cierran
los libros en las manos: ya ni leo.
No tardo ni un segundo, no te inquietes.

Pero ha pasado el tiempo y los fantasmas
del silencio han cortado nuestras líneas.
Pienso en Shakespeare. Recuerdo algunos versos:
ha llegado el invierno a nuestros días.

urceloy / octubre de 2009
 

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