miércoles, 25 de enero de 2012

0 ¿Los poetas tenemos derechos? ¿Y de autor? ¿También?

Como me ha gustado mucho esta reflexión de mi amiga Ángela la pongo aquí con su permiso.

MEGAUPLOAD QUE ESTÁS EN LOS CIELOS

Si tú tienes una peli en tu casa o un libro y resulta que tú y yo somos colegas, es decir tenemos una relación de cierta confianza, es lícito que me prestes la peli o el libro que te pertenece para que yo lo conozca sin tener que comprarlo. Se llama compartir, y sí, hace que las empresas, en este caso las editoriales y las discográficas ganen menos dinero que si nos lo venden a los dos.

A pequeña escala compartir no supone mucha pérdida económica al mercado. En cualquier caso la cultura actual ya se ha encargado de que compartir requiera un alto grado de confianza en el otro y que confiar en el otro sea una actitud cada vez menos frecuente. Si con un bote de champú de ciento cincuenta mililitros cualquiera puede hacer un atentado terrorista en un avión tipo 11S, ¡cómo vamos a confiar en cualquier desconocido!

Así que no, hoy en día, la probabilidad de que yo te pida o tú me prestes la peli o el libro que tienes en propiedad es baja. Internet en cambio, está introducido en nuestras vidas con el potencial adaptativo de la criatura mejor dotada para la supervivencia. En el fondo nos gustaba compartir. Era ventajoso. Y nos ahorraba gastos a la hora de difundir la cultura. Internet nos ha ofrecido la paradoja de seguir teniendo las ventajas de compartir, ahorrándonos los peligros que acechan nuestras mentes modernas. Puedo prestarte la peli y el libro sin perderlo porque todo lo que sucede en formato digital es clonable y además ni siquiera hace falta que te conozca ni entre en contacto contigo para que me lo prestes, con el riesgo añadido que supone que me ataques con tu bote de champú. Esto es lo que permiten programas como Emule, Ares o Soul Seek; que este mundo de solitarios desconfiados podamos seguir compartiendo la música, el cine, los archivos que nos gustan.

La siguiente generación de supervivientes internautas, da una vuelta de tuerca más. La cultura actual no sólo es agarrada y desconfiada y adicta a cualquier arma de destrucción masiva (como el champú), sino que además se caracteriza porque hacer negocio, hacer dinero, está bien. Está muy bien. Unamos esta circunstancia con la habilidad de internet para hacer visible masivamente cualquier intimidad y tenemos a Kim Schmitz, creando Megaupload y sacándole partido económico al escenario on line que supone esta forma moderna de compartir, las pelis y los libros.

La gente frecuenta un espacio virtual seguro como un mercadillo de intercambio de cultura. La gente ahorra dinero con ello. El escenario es visible para mucha gente ¿Por qué no proponer si me pagarían la visita de ese territorio virtual igual que uno paga por estacionar en la vía pública? Además, al ser un lugar tan frecuentado como por ejemplo las televisiones y las vallas publicitarias ¿Por qué no obtener beneficios también de cualquiera que quiera hacer publicidad? A fin de cuentas internet ofrece un nuevo territorio, un nuevo espacio donde suceden cosas. Una Tierra virtual. Y la idea de convertir la Tierra en propiedad privada del que la conquiste no es novedosa. El escándalo es que el territorio virtual es infinito. Hay para todos.

Mi siguiente pregunta es, si la lógica me dice que Megaupload es una idea empresarial brillante (y las ganancias de Kim Schmitz, lo demuestran) ¿por qué es un delito si no ha hecho daño a nadie? A mí me ha hecho mucho bien. Oh sí, ha hecho daño a la competencia, frecuentemente corporaciones discográficas e industria del cine que piensa que compartir le genera pérdida de beneficios. ¿La competencia no era algo perfectamente lícito en los mercados? Si me compro un DVD o un CD de música y la veo o escucho en mi casa con cincuenta amigos también hay menos beneficios que si la veo yo sola.

Toda esta secuencia lógica me lleva a pensar que si el F.B.I. cierra Megaupload es que el gobierno de los Estados Unidos está especialmente interesado en aliarse o apoyar a la competencia de Megaupload. Se basa en convencernos de la idea de robo de la propiedad intelectual, pero olvida que Megaupload no ha robado nada a nadie sino que somos los propios usuarios movidos por nuestra tendencia natural a compartir y a comunicar quienes hemos decidido subir esos enlaces al mercadillo en territorio virtual que nos ofrece Megaupload. Hemos decidido incluso pagar a Megaupload por utilizar su terreno virtual (igual que el aparcamiento en la calle) porque si hemos perdido otros derechos con nuestra sociedad moderna al menos hemos adquirido un nuevo derecho. El del consumidor.

Si te interesa este artículo que he escrito, me gustaría mucho que lo enviaras por correo electrónico a tu lista de correos electrónicos. Porque así comparto mis ideas. El formato es la palabra y me enorgullece pensar que pueda tener cierto don de utilizar la palabra para hacer cosas por mi mundo convulso, en definitiva esa es la motivación artística. No voy recurrir a ninguna editorial para que publique mis palabras ni decida si son arte o no son arte y tampoco voy pensar que en internet me roban la propiedad intelectual porque se difundan.

Mi propiedad intelectual nace con un deseo enorme y sexual de regalarse y goza en el momento en que otro goza recibiéndola. Digo sexual porque el impulso sexual regala el cuerpo, no lo vende. Secundariamente el artista tiene que comer para seguir vivo y artista, así que sí, está bien que le ayuden a comer las discográficas y las editoriales pero también está muy bien Megaupload. Si a Megaupload le cobraran un impuesto y ese impuesto se dedicara a subvenciones artísticas, el F.B.I. podría dedicarse a hacer su trabajo.

Quizá el Poder esté nervioso con la idea de perder el control sobre la producción artística.

Ángela.

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